viernes, 25 de julio de 2008

Recetas de cocina



Es un poco trabajoso, pero el esfuerzo merece la pena.

Primero, acondicionaremos la cocina unos dias antes: es decir, nos abstendremos de limpiarla hasta que del extractor cuelgue grasa. Sólo estará a punto cuando el chorrete nos recuerde la papada de un pavo.

Pondremos al fuego bien fuerte una sarten repleta de aceite de girasol (si es el sobrante de alguna fritanga de pescado, mejor), y nos esperaremos hasta que humee. En ese momento echaremos las empanadillas, croquetas o cualquier otro congelado, a ser posible de marcas genéricas o de esos que se nos quedan sueltos entre el hielo del congelador.

Tras esperar diez minutos, retiraremos de la sarten los restos carbonizados de los congelados, que -de haber seguido estas instrucciones- estaran negros por fuera, pero aún con hielo por dentro.

Los presentaremos en plato de plastico o cartón (el envase del propio congelado, abierto con el canto de la mano es ideal), y acompañados con los restos reblandecidos de alguna bolsa de ganchitos o similar que nos sobrase del partido del domingo.

Y ¡Voilâ! : con un buen culillo de vino de brick, o un vaso de agua del grifo, será el manjar ideal para agasajar al cuñado gorrón, al vecino plasta, o a la suegra impertinente!

¡Bon apetit!

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