viernes, 14 de diciembre de 2007

Romanticismo en el cine



El ser humano es, lo queramos o no, nada más que un animalillo de tantos que corretean por el planeta, que supo desarrollar el cerebro antes que las garras, los colmillos o el pelaje, para poder hallar la manera de robarle a los otros vecinos lo que no nos dió la naturaleza desde el nacimiento.

Y, como cualquier otro animal, a la hora de aparearse es la hembra quien finalmente decide, siendo éstas siempre partidarias del macho que tiene más posibilidades de dar seguridad y trazas de futuro a si mismas y a sus cachorros. En tiempos mozos, ésto venia determinado por la corpulencia o la fuerza (vease en ello el factor animal), aunque paulatinamente se decantó hacia la posición social o la liquidez económica (que es el equivalente entre humanos a ser el macho con mejores garras o dientes).

Hasta que llegó un momento en que los hombres cultos, que solian ser también los más pobretones y los que menos mojaban, se inventaron para su consuelo el romanticismo: un mundo ficticio donde el más desgraciado podia aparearse con la chica más hermosa, y en el que las cualidades masculinas no se median solo por el peso del monedero.

Fué un gran invento, con el que los más favorecidos podían autoengañarse pensando que si las mozas iban tras ellos era por sus valores humanos, los desfavorecidos llegaban a creer que en algún lado habría una mujer que solo viese sus virtudes y no sus carencias, y a las mujeres les daba la oportunidad de ver sus impulsos animales de proteger a la camada como bellísimas historias de amor y ternura.

Asi, la gran mentira del romanticismo se extendió y se perpetuó, y historias de traiciones, puestas de cuernos, y elecciones del mejor postor, han pasado a la historia como nobles y edificantes ejemplos de pasión y sentimiento. Todo una puta mentira, que trovadores y dramaturgos primero, y después novelistas y guionistas, han hecho que se nos metan en la parte oscura del cerebro como lógicas y naturales.

Casi todas las pelis románticas se nos plantean desde el principio entre gentes con comodidad económica, buena catadura social y laboral, y un físico envidiable. Cuando el tema de relaciones nos dirige a personas con problemas económicos o sociales, o un aspecto de sietemesino incubado en la seguridad social, siempre es un dramón con final tortuoso y patético.

Teniendo en cuenta que el romanticismo no es más que un invento para intentar ignorar la dolorosa realidad, en la que la naturaleza sigue mandando y el menos dotado no tiene nada que rascar, y que en ése género tan solo se nos plantean los desasosiegos de los muchipastas por aparearse con la pareja idónea, vaya desde aquí mi más sonoro desprecio (un eructo inmenso) a la comedia romántica, que muy pocas veces se ha realizado con la suficiente sinceridad para gustarme, que es exponer con claridad que lo que estamos viendo es lo que desearíamos que de verdad pudiese pasar, y no lo que las reglas naturales dolorosamente dictan y se obedece.

En realidad, el romanticismo es la verdadera ciencia ficción, porque se unen la antropología y la mentira más evidente.